
🌟 El Deseo que no Quería Nacer 🌟
Había una vez un niño llamado Emilio, de ocho años, que vivía en una casa pequeña al borde de un bosque. Era un niño imaginativo, de esos que se quedan mirando el polvo bailando en un rayo de luz y piensan que son pequeñas estrellas perdidas. Cada noche, antes de dormir, se acostaba mirando por la ventana del techo, esperando ver algo extraordinario: una señal, una chispa, un destello que le dijera que el mundo todavía tenía sorpresas escondidas.
Y una noche ocurrió.
Una estrella fugaz atravesó el cielo tan rápido que parecía una pincelada de fuego. Emilio cerró los ojos con fuerza y pidió un deseo. Pero no uno cualquiera. No pidió juguetes, ni dulces, ni poderes. Pidió algo profundamente suyo:
Pidió que su mejor recuerdo cobrara vida.
Ese recuerdo era el día en que su abuelo le enseñó a construir un pequeño barco de madera y lo lanzaron juntos al río. El río estaba tibio, el sol olía a verano, y su abuelo reía como si el mundo entero estuviera hecho solo para ellos dos.
Emilio deseó volver a sentir eso.
Que ese recuerdo volviera.
Que pudiera navegar otra vez con él.
Y algo increíble pasó: el deseo tomó forma.
En medio del cuarto apareció un brillo suave, como un remolino de polvo dorado, que flotaba y latía como un corazón. Era pequeño, pero vivo. Un deseo recién nacido.
🌙 La formación del deseo
Al principio, el deseo estaba feliz. Vibraba, brincaba, se iluminaba cuando Emilio pensaba en su abuelo. Pero a medida que pasaban los días, empezó a notar algo: si él se cumplía, desaparecería. Esa era la naturaleza de los deseos: nacer, cumplirse, y luego desvanecerse.
El deseo no quería eso.
No quería dejar de existir.
No quería convertirse solo en un momento bonito.
Así que empezó a esconderse.
Cuando Emilio se acercaba, el deseo se deslizó bajo la cama.
Cuando Emilio lo llamó, se hacía finito como un hilo de luz.
Cuando la estrella del deseo titilaba, él apagaba su brillo de golpe.
Emilio no entendía por qué su deseo, que había nacido de un recuerdo tan puro, no quería cumplirse.

🌪️ La huida
Un día, cuando Emilio extendió la mano hacia él, el deseo huyó por la ventana abierta como si fuera un pajarito asustado. Se perdió entre los árboles del bosque, dejando un rastro de luz temblorosa. Emilio corrió tras él, descalzo, con el corazón golpeándole el pecho.
—¡No te vayas! —gritaba—. ¡Te necesito!
Pero cuanto más lo buscaba, más se ocultaba el deseo, temblando detrás de troncos, bajo rocas, entre raíces. No por maldad, sino por miedo.
En lo profundo del bosque, Emilio finalmente lo encontró, acurrucado como una pequeña esfera de luz triste.
—¿Por qué me evitas? —susurró el niño.
El deseo tembló.
—Si me cumplo… me acabaré. ¿No lo entiendes? No quiero dejar de estar contigo.
Y entonces ocurrió algo extraño:
Emilio sintió pena.
Pena de su propio deseo.
Se sintió culpable de haberle pedido algo tan egoísta: hacerlo nacer solo para luego verlo desaparecer.
Se sentó junto a él, despacio, sin tocarlo.
—No te pedí para perderte —dijo con voz quebrada—. Te pedí para recordar a alguien que me enseñó a querer… incluso lo que se va.
El deseo brilló un poco más fuerte, como si esas palabras lo hubieran calentado.
—No quiero terminar —susurró.
—¿Y si terminar no es acabar? —respondió Emilio.
🌅 Lo que permanece
Emilio cerró los ojos y dejó que el deseo flotara hacia él. La pequeña esfera dorada se apoyó en su pecho con la suavidad de una pluma caliente. Entonces comenzó a deshacerse, no como algo que muere, sino como un abrazo que se derrite y se esparce, como si el deseo eligiera convertirse en él mismo.
Primero sintió un hormigueo en la piel, como si pequeños hilos de luz se deslizaran por su pecho y subieran hacia su garganta, su cara, su cabeza. Después, una oleada tibia lo envolvió desde dentro, expandiéndose despacio, como cuando uno respira hondo después de llorar.
Y entonces ocurrió:
El recuerdo volvió.
Pero no era una película repetida ni un sueño borroso. Era algo más íntimo.
Era una presencia.
El lugar—y el bosque entero a su alrededor— pareció llenarse de una claridad dorada, como si el sol del verano que había vivido años atrás hubiera regresado a visitarlo. Las hojas del bosque se movieron con una brisa que tenía exactamente la misma temperatura que aquella que soplaba junto al río. Un olor a madera húmeda y a corteza recién cortada se esparció por el aire, y Emilio supo de inmediato que ese olor era el de las manos de su abuelo cuando tallaba el barco.
No lo vio frente a él, pero lo sintió tan claramente como cuando uno sabe que alguien querido está en la habitación antes de verlo.
Y entonces oyó la risa.
No con los oídos, sino con el corazón.
Una risa libre, profunda, cálida, la risa que guardaba como un tesoro sin saberlo. La risa que lo había acompañado en silencio desde el día del barco, y que ahora, gracias al deseo, se dejaba escuchar de nuevo.
Las lágrimas le cayeron solas, pero no eran de tristeza. Eran de plenitud.
De regreso.
De renovación.
Cuando abrió los ojos, la luz había vuelto a ser luz normal. El bosque seguía ahí. El cuarto seguía ahí. Él seguía ahí.
Pero el deseo ya no estaba.
Y sin embargo… tampoco se había ido.
No había desaparecido como un chispazo extinguido.
Se había transformado.
Ahora vivía dentro de Emilio como una paz suave, profunda, que le llenaba el pecho como un susurro que decía: lo vivido no se pierde; simplemente cambia de forma. Era una memoria viva, sólida, que ya no dependía de convertirse o no en realidad, porque se había integrado en él.
El deseo no se había apagado.
Había encontrado un hogar.
Y Emilio, por primera vez desde que lo pidió, sintió que algo había terminado… pero no para desaparecer.
Sino para convertirse… en algo mejor.
🌟 Moraleja 🌟
Los finales no siempre son pérdidas.
A veces son transformaciones.
Porque aquello que se cumple, cambia de forma, pero no deja de estar.
Un deseo que termina puede convertirse en algo más hermoso:
una experiencia, una lección, un recuerdo que nos acompaña sin desvanecerse jamás.

Un deseo que teme nacer; un niño que aprende a recordar.
¡Gracias por leer “El Deseo que no Quería Nacer“! Esta es una historia de una serie creada para lectores ávidos y estudiantes de español que desean disfrutar de relatos cautivadores mientras practican el idioma. ¡Sigue atento para más historias y consejos de lenguaje que enriquecerán tu aprendizaje!
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