
La Noche en que Jack Soñó
En el corazón del pueblo de Hollow Hill, donde el otoño nunca terminaba y las hojas parecían danzar al compás de risas espectrales, vivía Jack O’Lantern, el espíritu más alegre de Halloween. Cada 31 de octubre, lideraba el desfile nocturno de sombras, brujas y esqueletos que recorrían las calles vacías mientras los vivos dormían, soñando con dulces y fantasmas que jamás verían.
Su cabeza de calabaza resplandecía como un faro, y su sonrisa tallada nunca perdía el filo de la travesura. Era su orgullo: el fuego eterno que ardía en su interior, una llama alimentada por el puro gozo del miedo festivo. Los demás lo admiraban: los gatos negros le hacían reverencias, los murciélagos revoloteaban a su alrededor y hasta la luna parecía inclinarse un poco cuando Jack pasaba.
Pero aquel año, algo se sintió distinto.
El aire estaba más frío, el viento más callado, y las sombras parecían arrastrar sus pasos con desgano. Jack lo notó mientras encendía su fuego interior frente al viejo espejo del campanario. La llama titiló. No era la chispa vivaz de siempre, sino un destello vacilante… casi humano.
Esa noche, tras el desfile, Jack se recostó sobre un montón de hojas secas —su cama favorita— y cerró los ojos. No sabía que lo que estaba por soñar cambiaría para siempre su manera de reír.
En su sueño, despertó en el mismo campanario. Pero la habitación olía distinto: húmeda, agria, sin el perfume dulce de la calabaza asada. Jack parpadeó —y por primera vez sintió lo que era parpadear—. Sus párpados eran blandos. Su piel… tibia. Su fuego había desaparecido.
Se incorporó, temblando, y vio sus manos.
Eran de carne. Rosadas.
Y en lugar del brillo anaranjado de su cuerpo, solo había palidez y venas azules que serpenteaban bajo la piel.
Corrió hasta el espejo.
El reflejo lo congeló.
Ya no había una calabaza sonriente. En su lugar, un rostro humano, común y corriente, con ojos cansados y vacíos. Su boca —su preciosa sonrisa tallada— era ahora una línea temblorosa, incapaz de curvarse del todo.
Jack intentó reír.
Nada. Solo un sonido áspero, una tos.
El aire ardía en su garganta.
Sintió miedo. Miedo real. No del tipo que él daba, sino del que te hace débil y pequeño.
Salió corriendo a las calles, buscando a sus compañeros: los espectros, los esqueletos, las brujas del bosque. Pero ninguno lo reconoció.
“¡Un hombre con cabeza normal!” chilló una bruja con voz aguda antes de desaparecer en una nube de humo.
“¡No pertenece aquí!” rugió un lobo de ojos verdes.
Los niños disfrazados, que antes se reían de su fuego titilante, ahora huían despavoridos. “¡Un vivo! ¡Un vivo entre nosotros!”
Jack miró sus manos temblar.
El corazón —ese músculo extraño que latía dentro de su pecho— golpeaba con fuerza, marcando un ritmo que lo aterraba más que cualquier grito. Trató de apagarlo, de soplar como soplaba su llama, pero solo consiguió marearse.
Caminó hasta el cementerio, su refugio de siempre. Pero las lápidas estaban vacías, los cuervos callaban. Nadie lo recibía. Nadie lo quería.
Y entonces entendió:
Su mayor miedo no era la oscuridad ni la soledad.
Era la humanidad.
El peso del cuerpo, la fragilidad del alma, el fuego que no se enciende solo.
Corrió, desesperado, pidiendo volver, rogando a la luna, a las sombras, al mismísimo miedo que tanto había celebrado.
“¡Déjenme ser yo otra vez!” gritó. “¡Quiero mi fuego! ¡Mi sonrisa! ¡Mi noche eterna!”
Y justo cuando el eco de su súplica se disolvía entre los árboles, despertó.
Estaba de nuevo en su cama de hojas.
Su cabeza brillaba.
El fuego danzaba dentro de su calabaza, chispeante y cálido.
Por primera vez en siglos, Jack lloró… pero de alivio.
Rió con fuerza, hasta que su llama casi se apagó.
Desde aquella noche, nadie notó nada extraño en el desfile de Hollow Hill. Jack sigue encabezándolo con su sonrisa inmortal, su fuego eterno.
Pero a veces, cuando el viento sopla demasiado frío, se lo ve llevar una mano al pecho…
Como si temiera oír, desde lo más profundo de su pulpa, un latido humano intentando volver a despertar.

🎃 Cuando el fuego de Halloween sueña con un latido, hasta los espíritus aprenden a temer ser humanos. 🔥
¡Gracias por leer “La Noche en que Jack Soñó“! Esta es una historia de una serie creada para lectores ávidos y estudiantes de español que desean disfrutar de relatos cautivadores mientras practican el idioma. ¡Sigue atento para más historias y consejos de lenguaje que enriquecerán tu aprendizaje!
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