🐈‍⬛ Bartolomiau: El Gato Comepelos 🐾


En un barrio tranquilo, donde los árboles bostezaban por la tarde y los buzones filosofaban en voz baja, vivía un gato llamado Bartolomiau.

Era un gato normal.
Más o menos.
Tenía bigotes. Dormía 19 horas diarias.
Le temía a las aspiradoras.
Todo dentro de lo esperable.

Excepto por una cosa.
Comía bolas de pelo.

No las suyas.
Las de los demás.

Todo comenzó una mañana cualquiera, cuando Bartolomiau se metió debajo del sofá buscando su dignidad (que había perdido días atrás tras caer de espaldas en público) y, en lugar de encontrarla, se topó con una bola de pelo ajeno.
Vieja. Gris. Polvorienta.
Y la miró.

Y la bola… le devolvió la mirada.
Bueno, no tenía ojos. Pero lo intentó.

Bartolomiau la olfateó.
La pateó.
Y finalmente, por razones que siguen siendo desconocidas para la ciencia moderna,
se la comió.

No fue asco lo que sintió.
Ni culpa.
Ni siquiera curiosidad filosófica.
Fue placer.
Absurdo, profundo, peludo placer.

Desde entonces, nada volvió a ser igual.

Al principio solo comía las bolas de pelo que encontraba por ahí:
debajo de la cama, dentro de la zapatilla del humano, o adheridas al suéter del invitado ocasional.

Pero luego se volvió selectivo.
Solo bolas de pelo canino de razas pequeñas.
O bolas de gato siameses con ansiedad leve.

Tenía gustos.
Y estándares.

Cuando el suministro local comenzó a escasear, Bartolomiau hizo lo impensable:
se infiltró en la peluquería felina del barrio.

Se disfrazó de gato persa con peluca.
Pidió un corte especial llamado “El Rulo Místico”.
Y mientras lo peinaban, iba robando discretamente bolas de pelo del tacho.

Fue un éxito.

Hasta que un chihuahua lo descubrió.
Lo denunció.
Y comenzaron los juicios éticos felinos.

El vecindario estaba dividido.

—“¡Es un monstruo!” —gritaban algunos gatos con lentes.
—“¡Es un visionario!” —decían los gatos hipsters desde el alféizar.
—“¿Alguien sabe por qué como tierra?” —decía una tortuga confundida, que pasaba por ahí.

Bartolomiau no hablaba.
Solo mascaba.

Finalmente, tras días de polémica y debates en el canal “GatoNoticias24”, se celebró una asamblea.
Bartolomiau fue llevado al centro del salón comunal (una caja de cartón gigante) y obligado a explicar su comportamiento.

Él se subió a la mesa.
Miró a todos.
Y simplemente dijo:

—“No comemos porque tengamos hambre.
Comemos porque el mundo es confuso, y las bolas de pelo tienen textura de respuestas.

Silencio.

Un cachorro estornudó.
Un pez levantó una ceja (que no tenía).
Y, sin saber por qué, todos aplaudieron.

Desde ese día, Bartolomiau fue declarado:
Curiosidad Oficial del Barrio.

Se le permitió seguir comiendo bolas de pelo, siempre que fueran recicladas y etiquetadas.
Incluso le abrieron un local:

“Bartolomiau’s Bola Bar – Pelos del Mundo en un Solo Plato”
Libre de gluten, libre de sentido.

Y allí vive hasta hoy.
Sirviendo platos absurdos, coleccionando olores olvidados,
y mirando a las estrellas como si entendiera algo que el resto simplemente no puede.


🐾 Moraleja:
No todos los gustos necesitan explicación.
Algunos solo necesitan una buena caja de cartón…
y el valor de decir:
“Sí, me lo comí. ¿Y qué?”


El mundo es raro. Pero más raro es comerte una bola de pelo y convertirte en leyenda.


¡Gracias por leer “Bartolomiau: El Gato Comepelos“! Esta es una historia de una serie creada para lectores ávidos y estudiantes de español que desean disfrutar de relatos cautivadores mientras practican el idioma. ¡Sigue atento para más historias y consejos de lenguaje que enriquecerán tu aprendizaje!

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💭✨💫

Cuando el mundo pierde su brillo, tu mente vaga inquieta o tu corazón carga un peso invisible, deja que una historia abra la puerta a lo imposible. Solo una página, una frase, una palabra… y de pronto estás en otro universo, donde la imaginación pinta lo ordinario con colores de ensueño y transforma los instantes más simples en pura magia.


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