
La Leyenda de la Montaña
En un pequeño y tranquilo pueblo rodeado de montañas, siempre había existido una leyenda que todos los niños escuchaban desde pequeños. Decían que en la montaña más alta vivía un espíritu protector, un guardián antiguo que cuidaba de los bosques y animales, y que solo aparecía a aquellos que realmente respetaban la naturaleza y el pasado del pueblo. A este espíritu lo llamaban El Guardián de la Montaña.
Un grupo de amigos —Marcos, Ana, Lucía y Pedro— había escuchado la leyenda toda su vida, pero nunca la había tomado en serio. Sin embargo, un día decidieron que era momento de descubrir la verdad. Se propusieron hacer una excursión hasta la cima de la montaña y, si tenían suerte, tal vez podrían ver al espíritu. Empacaron comida, linternas y una cámara para documentar lo que encontraran, y partieron temprano, cuando el sol apenas comenzaba a iluminar el cielo.
El camino era largo y complicado, pero estaban emocionados. Mientras subían, comenzaron a notar cosas extrañas. Primero, en la base de la montaña, encontraron una serie de marcas talladas en las rocas que parecían símbolos antiguos. Marcos, quien siempre había sido curioso, se acercó y dijo: “Estos símbolos parecen huellas o flechas, como si estuvieran indicando un camino.” Los otros amigos se miraron entre sí, sorprendidos, y decidieron seguir las marcas.
A medida que subían más, comenzaron a notar que los animales parecían observarlos. Una ardilla los seguía de cerca, saltando de árbol en árbol, mientras un zorro los miraba desde lejos, sin moverse, como si estuviera vigilándolos. Ana, asustada pero intrigada, susurró: “¿Será que los animales nos están guiando?” Todos comenzaron a caminar en silencio, sintiendo que cada paso los acercaba a algo especial.
Después de unas horas, llegaron a un claro en la montaña. En el centro, había una enorme roca con marcas similares a las que habían visto antes, pero mucho más profundas. Lucía se acercó para tocarlas, y en ese momento, una brisa suave sopló entre los árboles, como un susurro. La brisa parecía llevar palabras, y aunque no lograban entenderlas, todos sintieron una paz inexplicable.
Pedro, el más escéptico del grupo, trató de bromear para ocultar su nerviosismo. “Tal vez esto solo es una coincidencia. Quizás no hay ningún espíritu y solo estamos imaginando cosas.” Pero en el fondo, también sentía que había algo más. De repente, notaron que el cielo comenzaba a oscurecer, y decidieron hacer una pausa para descansar antes de seguir.
Mientras comían y descansaban, Ana recordó una historia que le había contado su abuela. “Mi abuela dice que el Guardián de la Montaña aparece para recordar a la gente la historia de nuestro pueblo, que está profundamente conectada con esta montaña. Hace muchos años, los primeros habitantes creían que el guardián les ayudaba en tiempos de cosecha y los protegía de los desastres naturales. Decían que la montaña cuidaba a quienes la respetaban, y que estos símbolos eran su lenguaje secreto.”
Al escuchar la historia, todos se sintieron más unidos a la montaña. Decidieron continuar, ahora más en silencio y con respeto. Llegaron a la cima justo cuando el sol comenzaba a ponerse. El cielo se pintó de tonos naranjas y violetas, y los amigos se sintieron sobrecogidos por la belleza del paisaje. En ese momento, notaron algo extraño: las marcas en el suelo y las piedras formaban un círculo alrededor de un árbol grande y antiguo que estaba en el centro de la cima.
Marcos, con curiosidad, se acercó al árbol y, al tocarlo, sintió una especie de vibración. Al instante, todos escucharon un sonido suave, como el susurro de una voz. “Gracias por venir y recordar,” parecía decir la voz. Aunque no sabían de dónde provenía, todos sintieron que el espíritu protector realmente estaba allí, observándolos, agradecido por su respeto y curiosidad.
Los amigos se quedaron unos momentos en silencio, sintiendo una conexión especial con la montaña y con la historia de su pueblo. Supieron en ese instante que el Guardián de la Montaña no era solo una leyenda, sino parte de ellos mismos y de su hogar. Decidieron no tomar fotos ni dejar pruebas, para que otros también pudieran vivir su propia experiencia.
Al descender, llevaban en sus corazones un profundo respeto por la naturaleza y la historia de su pueblo. Al regresar al pueblo, contaron la historia a sus familias, pero decidieron dejar algunos detalles en secreto. Ahora, ellos también formaban parte de la leyenda, y sabían que algún día, otros jóvenes curiosos subirían a la montaña, guiados por los animales y las marcas, para descubrir el espíritu protector y su mensaje.
Desde ese día, cada vez que miraban hacia la montaña, sabían que no estaba sola. Y aunque no volvieran a subir, el Guardián de la Montaña siempre estaría cuidando de ellos y recordándoles la importancia de respetar la naturaleza y su historia.

¡Gracias por leer “La Leyenda de la Montaña“! Esta es la tercera historia de una nueva serie creada para lectores ávidos y estudiantes de español que desean disfrutar de relatos cautivadores mientras practican el idioma. ¡Sigue atento para más historias y consejos de lenguaje que enriquecerán tu aprendizaje!





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