
El Diario del Tiempo
Lucas era un joven curioso al que le encantaba explorar cada rincón de su escuela. Un día, mientras buscaba libros en la vieja biblioteca, encontró un diario antiguo, cubierto de polvo y con una portada de cuero desgastado. No tenía título, y sus páginas estaban en blanco, como esperando ser llenadas. Intrigado, decidió llevarlo a casa.
Esa noche, en su cuarto, Lucas comenzó a escribir en el diario. No tenía una idea clara de qué poner, así que escribió algo sencillo: “Mañana, quiero que la profesora me dé un punto extra en la clase de matemáticas”. Sonrió, pensando que era una tontería, y dejó el diario en su escritorio.
Al día siguiente, en clase de matemáticas, algo increíble sucedió. La profesora entregó los exámenes corregidos y, al llegar a su mesa, le dijo: “Lucas, he decidido darte un punto extra porque te esforzaste mucho en el último ejercicio.” Lucas no podía creerlo. ¿Sería posible que el diario tuviera algún tipo de poder?
Esa misma tarde, al llegar a casa, Lucas decidió probar otra vez. Esta vez, escribió: “Mañana, quiero que mi amigo Carlos encuentre el teléfono que perdió.” Carlos había estado triste toda la semana porque su teléfono se había perdido en el patio de la escuela. Al día siguiente, Carlos llegó feliz a clase, sosteniendo su teléfono en la mano. “¡Lo encontré en el césped cerca de la cancha! No sé cómo no lo vi antes,” le dijo a Lucas. El corazón de Lucas latía rápido. Ya no había duda: el diario podía cambiar la realidad.
Durante las semanas siguientes, Lucas empezó a usar el diario para ayudar a sus amigos y resolver sus propios problemas. Escribió para mejorar sus notas en las materias que le costaban, para que su equipo ganara en los partidos de fútbol, y hasta para que el clima fuera soleado el día del picnic escolar. Cada vez que escribía, el deseo se hacía realidad al día siguiente, y Lucas se sentía poderoso.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que las cosas empezaran a complicarse. Un día, escribió en el diario que quería ganar un concurso de ciencias, y efectivamente, ganó. Sin embargo, su amigo Raúl, quien también participaba, se molestó porque había trabajado muy duro y pensaba que Lucas había hecho trampa. La amistad entre ellos se enfrió, y Lucas empezó a sentir una pequeña culpa en su corazón.
Con el tiempo, notó que cada cambio que hacía con el diario traía alguna consecuencia inesperada. Por ejemplo, al escribir que quería sacar una buena nota sin estudiar, se dio cuenta de que, aunque obtenía la calificación, no entendía realmente la materia y eso le causaba problemas en otros temas. Además, algunos amigos comenzaron a sospechar que “tenía suerte” de una manera extraña, y no siempre le decían las cosas con sinceridad.
Lucas empezó a pensar profundamente en todo lo que había cambiado con el diario. Cada línea escrita había traído un cambio, pero también una consecuencia. Comprendió que, aunque sus intenciones fueran buenas, al intentar mejorar algo en su vida o en la de otros, estaba afectando a personas de formas que no esperaba y que no siempre eran justas. Sentía una mezcla de culpa y responsabilidad, y eso le hizo reflexionar sobre el verdadero valor de sus deseos.
Esa noche, se sentó con el diario frente a él y tomó una decisión: usarlo de manera diferente. Ya no escribiría deseos egoístas o superficiales, y tampoco intentaría cambiar lo que no entendía completamente. Ahora, solo escribiría cosas que realmente beneficiaran a todos sin perjudicar a nadie, deseos que trajeran paz o felicidad a otros sin manipular sus vidas.
El primer paso de esta nueva decisión fue escribir algo especial. Un día, en lugar de escribir un deseo para sí mismo, escribió: “Espero que todos en mi escuela puedan sentirse felices y apoyados.” Lo hizo con calma y sinceridad, pensando en cada persona que conocía y en cómo un cambio positivo podía mejorar sus vidas.
Al día siguiente, Lucas notó algo diferente. Los estudiantes parecían más amables entre ellos; se escuchaban risas en los pasillos y conversaciones agradables en cada rincón. Su amigo Raúl, con quien había tenido un malentendido, le dio una sonrisa sincera y le ofreció su ayuda con una tarea complicada. Lucas sintió que algo cálido crecía en su corazón. Había aprendido que los pequeños actos de bondad y el esfuerzo propio tenían más poder que cualquier magia, y que la verdadera felicidad no estaba en cambiar el destino de otros, sino en hacer lo mejor para cada uno.
Finalmente, tras varias semanas de buenos deseos y de ver el cambio positivo en su entorno, decidió que había llegado el momento de despedirse del diario. Lo llevó de vuelta a la biblioteca y lo guardó en un rincón seguro, entre libros polvorientos que pocos miraban. Pasó su mano por la tapa de cuero una última vez y sonrió, imaginando que algún día alguien más lo encontraría y, tal vez, aprendería la misma lección.

¡Gracias por leer “El Diario del Tiempo”! Esta es la segunda historia de una nueva serie creada para lectores ávidos y estudiantes de español que desean disfrutar de relatos cautivadores mientras practican el idioma. ¡Sigue atento para más historias y consejos de lenguaje que enriquecerán tu aprendizaje!





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